
Junio 2020: un Piñera solo y errático que no maneja la crisis
En un difícil contexto general, con más de un 11% de cesantía reconocida -sin contar con el trabajo informal- y con ya más de 9 mil fallecidos por la pandemia del Covid-19, ciertamente el futuro no se ve muy auspicioso, más aún si no se avizoran acciones efectivas en materia de salud pública que logren quebrar la irrefrenable tendencia al alza en el número de contagiados y fallecidos. Todo ello acompañado con erráticas acciones del presidente Piñera y con una FAO que advierte que Chile puede tener un millón de personas con “inseguridad alimentaria severa”
En este duro panorama, las acciones y decisiones del presidente no parecen tener una línea determinada ni del todo congruente. Además de sus acciones personales, que fiel a su estilo, no respetan la norma y se “saltan la fila”, sus decisiones políticas parecen no siempre del todo pensadas y aparecen de sorpresa incluso para muchos en el oficialismo, como el haber propuesto la creación de una instancia para “perfeccionar” los criterios de admisibilidad de los proyectos de ley emanados del congreso. Lo que, en términos simples, es una declaración de guerra a ambas cámaras del parlamento, pues busca minar sus propias atribuciones, a propósito de una serie de desacuerdos entre ambos poderes en proyectos de ley, como el Postnatal de Emergencia. Anuncio presidencial que tuvo total rechazo por parte de la Mesa del Senado y de la Cámara de Diputados y Diputadas, pese a que esta última está en manos del oficialismo.
Apertura de tapa del ataúd de Bernardino Piñera. “Es que Sebastián lo quiere ver”, se oyó claramente en el video, pese a que otras voces replican: “No se puede abrir…que son porfiados”.
Resulta singular que esta propuesta saliera al día siguiente del desaguisado del presidente en el funeral de su tío Bernardino, exobispo de La Serena, fallecido por Coronavirus, pese a que en un primer momento algunas autoridades de gobierno trataron de desmentir dicha causa de muerte y que posteriormente, se comprobó como tal. Lo grave de este episodio, es que, a pedido del propio presidente, la tapa del ataúd fue levantada, lo que contraviene todo protocolo para fallecidos por Covid-19. Sin contar con que el número de personas presente en la actividad, superó las 20 personas permitidas, entre las que se contaban músicos y fotógrafos. “Es que Sebastián lo quiere ver”, se oyó claramente en el video, pese a que otras voces replican: “No se puede abrir…que son porfiados”. Consultado Herman Chadwick, presente en la actividad, por el hecho que había más personas de las permitidas en el funeral, si se contaban a los fotógrafos, músicos y personal del cementerio, su respuesta fue antológica: “Ellos no cuentan”. Lo que es claro es que la familia del fallecido sacerdote tuvo privilegios que ninguno de los más de 9.000 fallecidos ha tenido.
Como si no fuera suficiente con esta ostentación de privilegios, a los días, Piñera fue sorprendido comprando en una exclusiva tienda de vinos de Vitacura, en plena cuarentena y con la multiplicación de ollas comunes en gran cantidad de comunas de la región Metropolitana. La primera defensa del gobierno fue que tenía permiso para ello y después se argumentó que un presidente no los necesita. Nuevamente, las formas y la dignidad del cargo, lejos del protocolo deseado.
Y la guinda de la torta desde La Moneda fue la revelación de una orden de compra de “suministro de productos gourmet” para Presidencia, que contaba con queso ciliegine (costoso queso mozzarella de búfala), paté de jabalí, mousse de pato, caviar de salmón y caviar de trucha. Que fue desmentido por el gobierno, pese a la existencia de dicha orden de compra. Otro autogol innecesario o error no forzado, en jerga tenística.
Este cúmulo de erráticas situaciones del presidente, se suma a las dudas que deja su estado de salud, dado los registros audiovisuales que evidencian espasmos incontrolables, tics, y una extraña rigidez en su brazo izquierdo. Hasta ahora, el único en alzar la voz sobre este intocado asunto por parte de los medios de comunicación, ha sido el senador Juan Ignacio Latorre (RD), quien manifestó que “en mi calidad de profesional de la salud mental, como psicólogo, veo con preocupación ciertas conductas del Presidente Sebastián Piñera. Es importante que sus asesores lo convenzan de hacerse un chequeo mental riguroso, porque es el Presidente de Chile y debe estar bien en su condición física y mental, con el fin de conducir bien al país”. Del resto, silencio. Tema tabú, al parecer.
Mientras tanto, Piñera juega sus cartas para mantener los equilibrios políticos en su gabinete. El cambio y enroque de ministros no tiene más explicación que salvaguardar estos balances internos y mantener a los partidos que sostienen al gobierno medianamente tranquilos y representados. Sino no se explica que haya salido del gabinete Sebastián Sichel, hasta su salida, el que gozaba de los más altos índices de popularidad. Pero, claro, sin un partido político que lo respaldara, su posición no era sólida.
Como se ve, un presidente muy amigo de las encuestas y de ir sorteando las vicisitudes semana a semana, con mucha táctica, reflejada en anuncios pirotécnicos que después hay que ver cómo se implementan, pero sin estrategia. Y consumido por una situación general apremiante.
Una pandemia con cifras contradictorias
En lo que se refiere a la lucha contra el coronavirus, hasta ahora, nuestro país ha logrado solo cifras negativas, como superar a China en el número de fallecidos por Covid-19, pese a la abismal diferencia en el número de habitantes entre ambos países; un poco más de 17 millones Chile y más 1.300 millones el gigante asiático. Al 24 de junio, China sumaba 4.634 fallecidos, mientras que Chile llegaba a un total 4.731 decesos. Además, al 21 de junio, nuestro país superaba a Italia (sí, el mismo Italia que nos apenaba a todos hace unos meses) en el número total de contagiados, con 242.355 casos positivos, mientras que el país europeo, contabilizaba 238.499. Una dura realidad confirmada con el hecho que, según datos entregados por la Universidad Johns Hopkins, al día 19 de junio, nuestra capital se transformó en la cuarta urbe del mundo con más contagios de Covid-19, con 231.393 personas infectadas, sólo por debajo de Nueva York (385.760 casos), Moscú (211.921) y Sao Paulo (192.628). Todas cifras que remecen y que explican por qué el Covid-19 es ya la segunda causa de emisión de licencias médicas en el país. Un llamado de alerta no solo para la salud vital, sino que también para la salud mental de la población, de la que habrá que hacerse cargo. Y pronto.
¿Y que se ha hecho para enfrentar la pandemia? Hasta ahora, la misma receta tibia y poco jugada desde marzo; con laxas y poco controladas cuarentenas, permisos temporales que superan el millón de solicitudes aprobadas y con la idea siempre de parte de nuestras autoridades de intentar apurar lo más pronto posible una suerte de nueva normalidad.
¿Y que se ha hecho para enfrentar la pandemia? Hasta ahora, la misma receta tibia y poco jugada desde marzo; con laxas y poco controladas cuarentenas, permisos temporales que superan el millón de solicitudes aprobadas y con la idea siempre de parte de nuestras autoridades de intentar apurar lo más pronto posible una suerte de nueva normalidad, como lo fue el denominado Plan “Retorno Seguro” de abril pasado que lo único que hizo fue reducir el efecto de la cuarentena en un 78%, según el tercer informe del Estudio Monitoreo Nacional de Síntomas y Prácticas COVID-19 (MOVID-19). Todo, en un marco de dudas por las cifras entregadas de contagiados y fallecidos, que hace que a la fecha tengamos inentendibles conteos paralelos: por una parte, el reporte diario del Minsal, con sus cifras, mientras que el Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS), del propio Ministerio de Salud posea una estadística diferente que incluye una cifra superior de fallecidos, en más de 3.000 casos, que hace que el número total de fallecidos se empine por las sobre 9.000 personas. Todo ello, además, en un marco de constantes cambios de metodologías por parte del Ministerio de Salud, que todos los meses introduce nuevas variantes en el conteo. El 18 de junio, por ejemplo, agregaron al listado de nuevos contagiado a aquellos con examen PCR positivo, pero no notificados. Sin embargo, el subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zúñiga no tuvo problemas en declarar que “no es bueno cambiar metodología a cada rato por que produce confusión en la población”.
La inconsistencia estadística fue la que provocó la caída del otrora poderoso ministro Jaime Mañalich, gracias al trabajo periodístico de CIPER Chile, que reveló que la cifra entregada por el Departamento de Estadísticas (DEIS) del Minsal a la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene una gran diferencia con la que reportan a diario las autoridades sanitarias. Lo que hizo insostenible sostenerlo en el cargo para Piñera, por mucho que fuera su “hombre fuerte” dentro del gabinete. Más parecido a un primer ministro o a un “super ministro” con injerencia en el resto de las carteras, además de un cercano personal. El desorden en el conteo de víctimas de la pandemia fue más fuerte y La Moneda “se operó” de él, para no ser arrastrado por su mal manejo, que provocó declaraciones de representantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), acusando confusión. “Tenemos que encontrar la claridad rápidamente”, dijeron el 11 de junio.
Pese a contar con todas las credenciales académicas y gremiales, Enrique Paris carece de todo lo otro: conexiones políticas. Ningún partido de gobierno se va a inmolar por él porque no pertenece a ninguno, ni tampoco pertenece al “lote” de tal o cual personaje político.
¿La solución? Un nuevo ministro de un perfil totalmente diferente. Alguien más cercano y de reconocida trayectoria en el mundo académico y gremial, de buen trato y más empático; el Dr. Enrique Paris, expresidente del Colegio Médico, alguien que bien pudo haber sido ministro de Salud en tiempos de la Concertación, pero que viró al piñerismo en los últimos años. Y que pese a contar con todas las credenciales académicas y gremiales, Enrique Paris carece de todo lo otro: conexiones políticas. Ningún partido de gobierno se va a inmolar por él porque no pertenece a ninguno, ni tampoco pertenece al “lote” de tal o cual personaje político. Ahí podría estar su talón de Aquiles si comienza a ser cuestionado.
De momento, es solo un ministro sectorial que cumplirá con su trabajo, pero que de modo alguno se ve como alguien del círculo cercano a Piñera, ni menos dentro de quienes tomen las grandes decisiones relacionadas a la pandemia, como decidir si se genera o no un listado de empresas y productos esenciales para tiempos de crisis. Hasta ahora ha estado detrás de algunas declaraciones, como responder a la propuesta del centro de Estudios Espacio Púbico, que el 15 de junio propuso una “hibernación” total para la región Metropolitana, como medida efectiva para hacer frente a los contagios. A la que primero respondió que “la iba a estudiar” y dos días después, la descartó de plano. Queda la duda si esta última respuesta fue de él lo fue una instrucción desde el centro del poder en La Moneda. También destacó su apuesta por una “leve mejoría” en relación al manejo del Covid-19, en relación a una baja en el número de contagiados y fallecidos. Lo que fue rápidamente rebatido por especialistas por el hecho que lo anterior está basado en una significativa disminución en el número de testeos que están realizando en las últimas semanas.
El duro día a día de los chilenos
En este difícil panorama, de familias sin ingresos, ya no solo mensuales, sino que diarios para subsistir, la respuesta del Estado ha sido lenta y a cuentagotas. A la ya poco exitosa campaña de entrega de cajas, que demoró meses y que incluyó entrega a familias que no lo necesitaban, está el hecho que el gobierno se la ha jugado por políticas que no toquen un ápice el modelo neoliberal chileno, aunque eso tenga costos sociales. Ni siquiera en tiempos especiales.
Senador Andrés Allamand y discusión sobre posible retiro del 10% de los fondos de las AFP: “Le vamos a estar regalando plata a personas que no la necesitan”.
La negativa a promulgar la ley que prohíbe el corte de servicios en tiempos de pandemia, la ya enconada lucha con el congreso por el postanatal de emergencia, el no querer generar un listado de empresas esenciales para que sólo funcionen aquellas indispensables, ni menos abrirse a discutir un eventual retiro de un 10% de los fondos de los afiliados a las AFP para paliar la crisis, son muestras de un gobierno más preocupado de la salud de las empresas que de la población. Pese a que el 89% de la población se mostró favorable a ello, según encuesta Data, discurso que ha permeado incluso a la derecha, donde el presidente de RN, Mario Desbordes, se ha manifestado a discutirlo y el alcalde de La Florida, Rodolfo Carter (UDI), propuso un retiro de dinero de las AFFP con “reembolso garantizado por el Estado”. Sin embargo, desde los defensores más acérrimos del modelo, la defensa es monolítica e infranqueable. Tanto, de ni siquiera conversar del asunto. Es el caso de Andrés Allamand, quien no tuvo miramientos en señalar que “le vamos a estar regalando plata a personas que no la necesitan”, sobre esta discusión.
Mientras tanto, los estragos sociales de la pandemia se agravan día a día. Con autoridades que jamás pensaron que, si lo sanitario se arregla primero, lo económico vendría después. Por el contrario, acá se apostó a una solución intermedia, con una cuarentena a medias, mientras la economía busca salvarse en estas condiciones. Mientras en Europa y otros países, luego de tres meses de estricta cuarentena –no como acá– paulatinamente, van normalizando sus vidas, en Chile, con datos de la pandemia aún no aclarados, todavía no se ve la luz al final del túnel.