
Mayo 2020: El hambre que desveló una pandemia fuera de control
No obstante, se trata de un fenómeno social que se viene incrementando de manera silenciosa en los últimos años, la crisis sanitaria del coronavirus y sus consecuencias económico-sociales, ha hecho que la pobreza no pueda ser más ocultada detrás del abusivo y usurero interés del crédito fácil, que lleva a una interminable “bicicleta” de préstamos a la recurren miles de chilenos cada mes para solventar los gastos más elementales del hogar. La precaria vida de muchos ahora ya no hay cómo disfrazarla.
El “Estamos pasando hambre” que se oyó desde la comuna de El Bosque el pasado 18 de mayo, no fue solo una frase de rabia por la mínima ayuda social recibida por miles de familias que no tienen cómo “parar” una casa en el día a día. Detrás suyo, hay dura una realidad social a la que las cifras y estadísticas oficiales no llegan. Y bajo un escenario de desbocada pandemia y con la imposibilidad de generar ingresos por las naturales restricciones al comercio y sector productivo, la situación para miles de familias chilenas se está tornando ya no difícil, como en una situación de anterior “normalidad”, sino que ya casi como una misión imposible. Acaso desesperada. Si no, no se explica que manifestaciones similares se hayan repetido en distintos sectores de la periferia capitalina en los días siguientes, pidiendo lo mismo: una efectiva ayuda por parte del Estado para cubrir las necesidades más básicas.
Explosión de malestar que en modo alguno han apaciguado las mediáticas y sobreactuadas entregas de cajas de alimentos prometidas por el gobierno, en un principio, para 2.500.000 personas, un 70% de la población, según dijera Piñera al anunciar el plan. Cifras que días después tuvieron que ser sinceradas por el ministro de Desarrollo Social, Sebastián Sichel, quien aclaró que en realidad se trataba del “70% del 40% de las personas más vulnerables en la región Metropolitana”. Y para confundir más el asunto, volvió a “aclarar” el tema, diciendo que “La distribución tiene que ver con el nivel territorial y, por lo tanto,las cajas van a llegar al 70 por ciento de las comunas en cuarentena en la Región Metropolitana”. En resumen, desorden informativo y letra chica por donde se le mire. Con el añadido que, al 30 de mayo, apenas habían llegado a 126.082 cajas con alimentos a sus destinos; apenas un poco más del 5% del total prometido.
Cepal: “Chile está en la ola de la emergencia y todavía no se logra estabilizar la pandemia, por lo tanto, todo el mundo está mirando la emergencia. Pero sin duda hay que mirar el siguiente paso: una sociedad fortalecida, con mayor diálogo y menos crispada. Lo que más nos preocupa es que pueda haber más enojo social del que había antes de la pandemia, justamente porque la desigualdad y la pandemia”
Como se ve, estamos en presencia de un improvisado anuncio sobre la entrega de alimento en cajas por parte del gobierno, que carece de suficiente claridad sobre cómo, cuándo y qué distribuir, ni a quiénes les llegará la mencionada ayuda. Lo que da cuenta que el gobierno es más cercano al marketing, slogans y pirotecnia comunicacional, que a un eficiente ayuda estatal.
Este escenario de precariedad social, acompañado de un descontrolado coronavirus, especialmente en Santiago, pueden ser el caldo de cultivo de un nuevo y mayor malestar social, tal como lo advirtiera la Cepal durante la presentación del informe “Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe”, en la que dice que “Chile está en la ola de la emergencia y todavía no se logra estabilizar la pandemia, por lo tanto, todo el mundo está mirando la emergencia. Pero sin duda hay que mirar el siguiente paso: una sociedad fortalecida, con mayor diálogo y menos crispada. Lo que más nos preocupa es que pueda haber más enojo social del que había antes de la pandemia, justamente porque la desigualdad y la pandemia, han demostrado grandes deficiencias estructurales que se vienen arrastrando en materia de salud y protección social”.
Un brote “fuera de control”
Servicios de urgencia al límite en recursos físicos y humanos, con camas críticas utilizadas sobre el 97% en la Región Metropolitana y desatados brotes de Covid-19 al interior de muchos recintos asistenciales, tienen a los servicios de salud al borde del colapso, pese a que la autoridad sanitaria diga que está todo bajo control. En palabras del Colegio Médico, “cuando ahora vemos la ola de los miles de pacientes en ventilación mecánica, eso significa que lo hicimos mal en el paso previo, que era evitar que se generaran contagios”. Lo que a juicio de la orden gremial hace que la pandemia no se pueda vencer con ventiladores mecánicos, sino que disminuyendo la cadena de transmisión.
Este afán por priorizar aspectos productivos por sobre la emergencia sanitaria, finalmente, se topó con la dura realidad: aún no hay condiciones para ello. Y por duros que sean los efectos económicos y sociales, la ansiada normalidad está todavía lejana.
En este difícil contexto, las señales desde las autoridades han sido equívocas y contradictorias. Por un lado, se vio al ministro y a la subsecretaria de Salud, haciendo llamados a que no hay problemas en salir a “tomarse un cafecito” en grupo o también al alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, en una publicitada reapertura del centro comercial Apumanque, que apenas duró un día, tras constatarse lo inviable de la medida. Señales que tenían como norte invitar a la gente a volver a una suerte de “normalidad”, para la que en realidad el país aún no está preparado. Sin embargo, este afán por priorizar aspectos productivos por sobre la emergencia sanitaria, finalmente, se topó con la dura realidad: aún no hay condiciones para ello. Y por duros que sean los efectos económicos y sociales, la ansiada normalidad está todavía lejana, más en un contexto de constante alza de contagiados y fallecidos, que llegó a finales de mayo a presenciar más de mil personas fallecidas y casi 100.000 compatriotas contagiados de Covid-19.
Es por ello que el gobierno tomó una decisión a la que estuvo siempre renuente: decretar cuarentena total para todo Santiago y casi todas las comunas de la Región Metropolitana, la que se hizo efectiva desde el viernes 15 de mayo y fue posteriormente prorrogada la semana siguiente y que, al finalizar el mes, continuaba vigente. Confinamiento solicitado por ediles de muchas comunas de la RM dado el brote y que consideran tardío. Todo, en una suerte de “tira y afloja” entre el gobierno y los alcaldes que han estado siempre propiciando cuarentena para sus vecinos. Es el caso de Valparaíso, donde pese al brote de Covid-19, las autoridades centrales no han querido decretarla y prefieren derivar a los contagiados a casas de acogida, o Antofagasta, donde fue retirada, pese al enojo de su alcaldesa y vecinos, que consideran todavía imprescindible mantener las restricciones y la distancia social. O también Maipú, donde el notorio conflicto entre la alcaldesa (y sus inapropiados bailes) con el ministro Mañalich, han dejado a la comuna fuera de cualquier posibilidad de cuarentena, pese a los pedidos de la autoridad comunal.
Un “Acuerdo Nacional” sin la calle
En un escenario de baja popularidad, con una desatada crisis sanitaria y un inminente problema social y económico, el gobierno, cual boxeador contra las cuerdas, sacó una de sus últimas cartas para sostener una mínima gobernabilidad que le permita sortear las olas que vienen: el denominado “Acuerdo Nacional” entre gobierno y oposición para enfrentar la pandemia del coronavirus. Una suerte de remedio que trata de emular lo que fue el “Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia”, suscrito en 1985 (plena dictadura) bajo el patrocinio de la Iglesia Católica, por representantes de diversos partidos políticos chilenos de oposición y partidarios de la dictadura de Pinochet, que sirvió de base para la pactada transición que vino después. Esta versión de Piñera, sin el alcance, estatura ni visión de la original, carece de profundidad y sólo busca ganar tiempo para sortear las turbulentas aguas de estos días, mientras los números de fallecidos por la pandemia no paran de crecer. Un salvavidas.
A diferencia de este intento de cupular acuerdo, quizás lo único que realmente parece asemejarse a los años ’80, es la crisis económica, como la que desató las protestas en 1983, con más de un 23% de cesantía y que sacó a la luz uno de inventos más tristemente recordados de los Chicago Boys (sí, los mismos de ahora): el PEM y el POJH.
De todos modos, desde parte de la oposición ya hay voces que se sumaron, con reservas, al llamado presidencial, olvidando que hace solo seis meses se oyó el clamor de la calle pidiendo no más acuerdos cupulares que sólo representan a la élite política. El “son parte de problema y no de la solución”, parece ser que no entró a los oídos de algunos dirigentes políticos que leen con nostalgia la época de los acuerdos de los años ’90 como la respuesta a nuevos problemas y demandas y de naturaleza muy diferente. No son capaces de leer que los tiempos en que acuerdos, con la firma transversal de los partidos con representación parlamentaria, solucionaban los problemas ya no corren. La legitimidad de los partidos (también los que impugnan al sistema) es mínima y carecen de la representación social.
El gobierno juega sus cartas en pos de su propia estabilidad, a sabiendas que viene un largo tiempo de dura crisis económica y estos llamados bien podrían pensarse que buscan repartir responsabilidades o servir para acusar a la oposición de ser obstruccionista. Sin embargo, a diferencia de este intento de cupular acuerdo, quizás lo único que realmente parece asemejarse a los años ’80, es la crisis económica, como la que desató las protestas en 1983, con más de un 23% de cesantía y que sacó a la luz uno de inventos más tristemente recordados de los Chicago Boys (sí, los mismos de ahora): el PEM y el POJH.