Un mundo mejor: hacia una democracia real a partir de un modelo neoliberal fracasado

Un mundo mejor: hacia una democracia real a partir de un modelo neoliberal fracasado

Por: Juan Francisco Germain. Febrero 2021

Siempre me llamó la atención de este modelo económico imperante en Chile, que sobrevalora el dinero en desmedro del trabajo y distribuye de manera ineficiente los recursos. Pero hay tantos economistas que, por el sólo hecho de estudiar estos principios, creen entender el mundo o aún, creen que pueden determinar la forma en que funciona.

En las bases del neoliberalimo hay 4 pilares de libro:

  • Un estado pequeño privatizado.
  • El libre mercado, desregulado.
  • La pérdida de beneficios y derechos sociales.
  • La apertura comercial o globalización que se traduce en la eliminación gradual de aranceles.

Lo más loco del modelo de Friedman es suponer que el Estado pueda ser reemplazado por entes privados autorregulados. Hemos visto caerse a pedazos este supuesto desde el primer día en que comenzaron las privatizaciones, que no fueron sino quitarle prácticamente todos sus recursos al Estado, con las facilidades que otorgó la dictadura, entregando a privados riquezas incalculables como SQM, Entel, Iansa, LAN y los recursos naturales.

Esos recursos que pasaron a manos privadas se transformaron en negocios lucrativos, una maquinaria en que el rol privado es dominante al mismo tiempo que es injusto con la población, a la que dichos recursos fueron arrebatados por la fuerza.

En pocos años las empresas estatales se perdieron en utilidades para grupos económicos. A ello se sumó la creación de AFP’s e Isapres con mecanismos que aseguraron una red de protección del sector privado para obtener jugosas utilidades en toda actividad. Salud, pensiones, educación, agua, electricidad nos transformaron en usuarios, clientes, afiliados al tiempo que dejamos de ser personas y nuestro RUT se volvía clave primaria en todas las bases de datos de un país que poco a poco ha llegado a ser de los más caros del mundo, pero también de los más desiguales, donde las familias presentan mayores tasas de endeudamiento por consumo y morosidad.

La doctrina de shock fue también cuidadosamente estudiada por los teóricos de la guerra y la ingeniería social. Los métodos de tortura, las desapariciones. El enemigo, poderoso e implacable, que no respeta nada ni a nadie, es tan viejo como el hilo negro. La industria de la guerra, que ha convertido a EEUU en la principal potencia bélica de todos los tiempos, se sustenta en estudios de inhumanos científicos que hallaron las formas más eficientes para doblegar el espíritu humano tanto en forma individual como a gran escala.

El experimento chileno, sólo uno de muchos, es famoso a nivel mundial. La dictadura de Pinochet fue encargada de desorientarnos e imponerse no sólo por las armas sino también por la fe. Legitimaron las atrocidades de la dictadura con argumentos que los definieron como divinidades supremas, correctoras del poder soberano de un pueblo equivocado en su camino.

El poder político no surgió de la gente, sino desde un poder económico capaz de romper la legítima democracia que nos había entregado al primer presidente socialista de la historia, valiéndose de las armas y de la muerte. Nos volvimos un país conmocionado, traumado y maltratado, que calló por años y asumió su suerte sin reclamar a la oligarquía.

Pero el modelo no pudo con la corrupción que, desde su gestación, le acompañó. La muerte, la desaparición, la tortura fueron el instrumento para alejar cualquier disidencia, pero también para esconder con impunidad actuaciones oscuras y ocultas a los ojos de una población que no sabía qué estaba pasando en realidad detrás de todo ese humo y mentira: los hilos del poder.

La vuelta a la democracia nunca existió realmente

La vuelta a la democracia nunca existió realmente. Sólo fueron poniendo a funcionar un mecanismo con cara de participación ciudadana, pero en realidad vigilado y comandado por los poderosos nuevos dueños del país. El lobby abrió una fiesta legislativa pro corrupción, el diseño de bloqueos constitucionales a cualquier cambio hizo su trabajo de manera implacable. Uno tras otro los gobiernos de cualquier color fueron farándula, sustentada en la impunidad, en acuerdos de silencio y pactos secretos sellados con nuestros millones.

El modelo fracasó por la ambición desmedida de sus articuladores. Los más acaudalados de este país están llenos de beneficios como exenciones tributarias, subvenciones y todo un marco sumamente propicio para mantener esa desequilibrada distribución de riqueza donde el 40% llega apenas al 1% de la población y donde 50% de los chilenos gana menos de 400 mil pesos mensuales, aunque habrá que revisar esto después de la pandemia donde los ricos son más ricos y los pobres sobrevivientes más pobres y cesantes.

Chile vive un momento crucial donde todo este aparato se enfrenta su final. La sociedad ya no acepta más trucos y arbitrariedades que se imponen por la fuerza. El malestar de la protesta es sólo un pálido reflejo de una verdad impresa en millones de corazones: justicia social.

Pero la democracia no es la capacidad del pueblo de exigir cambios vía movilización, enfrentando la desigual oposición de un estado policial. La democracia es el gobierno de la mayoría, el reino de esa justicia social, donde todos gozamos de lo que no le pertenece a ninguno, porque nos pertenece a todos: Chile.

La democracia es un mundo mejor, donde el bien común reemplaza el mundo privado en que vivimos hoy día.

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