
Pandemia II: Sueños de guerra
Por Paula Andrade Daigre, psicóloga y consultora
Desde el comienzo, la nomenclatura de esta epidemia ha aludido a la guerra. Hubo una “primera línea”, la “batalla de Santiago” y el “retorno seguro”. Siguen los informes sobre tasas de “mortalidad” y “letalidad”, como es lógico. Y continúa en pie la narrativa sustentada en el “estado de catástrofe”, los “salvoconductos” y la “primera línea”, los “héroes” salubristas que batallan contra el “agente infeccioso”, todo lo cual impacta de un modo emocional que todavía es difícil de calibrar, pero que desde ya podemos suponer profundo.
Hay una susceptibilidad anímica reinante, tan natural dada la contagiabilidad del Covid-19 y de su eventual desenlace en la muerte, pero hay asimismo una amplificación del miedo, ansiedad y pensamientos anticipatorios que provienen de la terminología que describe el fenómeno. El huevo está, aquí, antes que la gallina; es el virus lo grave, no las palabras con que se asocia, eso es claro. Sin embargo, estas licencias lingüísticas alimentan una lógica binaria, una de victoria versus derrota, de nosotros versus ellos, de amigos y enemigos y de salud versus enfermedad, dibujando un escenario bélico en el imaginario individual y colectivo.
“Estas licencias lingüísticas alimentan una lógica binaria, una de victoria versus derrota, de nosotros versus ellos, de amigos y enemigos y de salud versus enfermedad, dibujando un escenario bélico en el imaginario individual y colectivo”.
Si sabemos que uno de los recursos del psiquismo para lidiar con la incertidumbre consiste en saltarse los grises solo distinguiendo las categorías de bueno y malo, en un mecanismo de defensa inconsciente llamado escisión -o disociación-, tenemos que considerar también que esto simplifica la realidad y convierte al otro –la otredad, lo distinto, lo no-yo- en amenaza. ¿Hasta qué punto lo estamos experimentando así? ¿Cuál es el impacto psicológico de la pandemia en mí mismo/a? ¿Cuánto está tiñendo mi día a día esta cuarentena y sus repercusiones (económicas, relacionales, sociales, políticas y ambientales)?
¿Cómo saberlo? Además de lo que podemos percibir de nosotros mismos a diario, en particular si se trata de experiencias que antes no teníamos, o al menos no con tanta intensidad, podemos preguntarnos: ¿Qué estoy soñando? Entre las sábanas, donde la consciencia se entrelaza con el inconsciente y sus leyes particulares, es probable que estén emergiendo pistas importantes para saber con exactitud cómo nos está afectando psicológicamente el contexto.
Si los sueños son, no tan solo sueños, sino colaboradores de la consciencia y el crecimiento psicológico, detengámonos un momento para atrapar sueños y pesadillas e intentar responder: ¿cuáles son los contenidos manifiestos de lo soñado? ¿Qué tono emocional tiene nuestro espacio onírico? ¿Qué afectos configuran aquellas tramas sobrepuestas y tan difíciles de asir en palabras, por vívidas que sean en lo sensorial? A fin de cuentas, ¿qué están revelando, de nosotros mismos, nuestros flamantes sueños en tiempos de guerra?