Pandemia: Agua y sed (I)
Por Paula Andrade D. (*) Psicóloga, consultora de mindfulness y autora del libro Yoga en Casa para Aliviar el Estrés.
La pandemia por coronavirus nos puso la vida de cabeza. En un par de meses, medio mundo, o todo el mundo (no me consta), está despertando a un día completamente distinto al que solía llevar hace apenas unas semanas, con la posibilidad cierta -absolutamente real- del contagio y la muerte.
¿Cómo fue que llegamos a esto? ¿Será el resultado de un ecosistema transgredido sistemáticamente? ¿Y de la consiguiente probabilística de que algo así terminaría ocurriendo por el consumo de biodiversidad, como era en Wuhan? Ya habrá tiempo de tales análisis y sus conclusiones.
Mientras tanto, cada uno de nosotros está sufriendo una completa alteración de aquello que solía constituirse como “normalidad”. Algo importante, sino todo, cambió. Algo nos falta, algo anhelamos, algo estamos deseando, como cuando tenemos sed.
Algunos estarán sedientos de un pasado que, a todas luces, era mejor. Y entonces estarán bajos de ánimo, con sueño excesivo o tal vez problemas para quedarse dormidos, cambios en el apetito, cansancio y sentimientos de culpa o inutilidad. Son los síntomas de una depresión.
Otros sentirán sed de calma y tranquilidad, porque se les agolpan pensamientos inquietantes, de escenarios negativos, o puede que incluso catastróficos, escenas que les impiden conciliar el sueño o les arrebatan horas del día en cavilaciones sinfín. Entre ellas, preocupaciones de tipo económico, porque esta crisis sanitaria implica la pérdida de puestos de trabajo y la agudización de la inequidad social, tan acuciante en nuestro Chile.
Habrá quienes estarán sintiendo sed de entretención, debido al autoaislamiento. Es sabido que los seres humanos somos una especie social, por lo que este confinamiento obligatorio (sea por los dictámenes de la ética o la ley), nos conduce a la cruda ironía de privarnos de la compañía de quienes más queremos para precisamente cuidarlos y cuidarnos.
Pudiera ser también que alguien se sienta en shock, la antesala de lo que se denomina Trastorno de Estrés Post Traumático, desencadenado precisamente por una situación aterradora. Los síntomas pueden incluir pesadillas, angustia intensa, pensamientos incontrolables y flash-back sobre el momento vivido como amenazante. Deberían ser la menor cantidad de casos.
Finalmente, hay quienes se verán inclinados hacia fenómenos más agresivos como el racismo, la xenofobia o el clasismo, debido al miedo a la infección. Mi madre me contaba que en la fila del banco una mujer, muy angustiada, le espetó: “Es por culpa de ustedes, los ricos”.
Si nos detenemos un momento a examinarnos, ¿cómo es nuestra sed? ¿Qué tipo de agua podría aliviarnos en este momento? ¿Qué estamos necesitando para refrescar nuestro desasosiego? Los invito a hacerse esta pregunte íntimamente, para poder darle nombre al estado interno y entonces poder hacer algo al respecto.