Oro por espejitos de colores

Oro por espejitos de colores

Por Trinidad Lathrop

Todos hemos leído leyendas que mostraban a españoles ofreciendo espejos y vidrios de colores a los pueblos originarios de América a cambio de su tierra y sus riquezas minerales.

Y se usa esa imagen como ejemplo para explicar un mal trato, donde una de las partes entrega lo más preciado que tiene a cambio de pedazos de vidrio.

No sé si alguna vez ocurrió de esa manera, durante la ocupación de América, pero sí ocurre hoy.

A diario le ofrecen a usted espejitos de colores a cambio de sus mayores tesoros.

El Estado, las municipalidades, las policías, etc. lo vigilan el día entero, ponen cámaras, globos de vigilancia, drones, programas de reconocimiento facial, controles de identidad, detenciones arbitrarias, etc. y le dicen que todo eso es necesario, para darle a usted seguridad.

La seguridad, el más llamativo pedazo de vidrio que podrían ofrecerle.

Llamativo porque, además de sonar lindo eso de vivir seguro, se aprovecha de sus propios miedos.

Le dicen que otros quieren robarle, que quieren matarlo, que quieren hacerle daño y ya, usted comienza a clamar por seguridad.

Usted pide que le den los vidrios de colores y los acepta feliz, aun cuando eso significa entregar su oro.

Su libertad, su privacidad, su derecho a vivir sin la vigilancia del estado. Todo sea por la seguridad.

No podemos vivir encerrados en nuestras casas” -decían- “mientras los delincuentes se pasean libres por la calle” Si es sospechoso de algo, lo que sea, “que se pudra en la cárcel

La presunción de inocencia, es otro de los tesoros que se cambia rápidamente por vidrios de colores.

Y no es necesario recordarles que hoy, poder vivir encerrado en la casa, es un privilegio que todos reclaman.

Seguridad, un espejismo que no existe

La pandemia hoy, nos muestra que la seguridad es un espejismo que no existe. Que no hay nada más inseguro que la vida humana, que el bienestar humano, que todo se puede caer en un día.

Y la amenaza es un virus, un aglomerado de moléculas, tan pequeño que ni lo podemos ver y que no podemos matar, porque no está vivo.

Y entonces los vidrios de colores se hacen polvo en su mano. Y ya no existen.

Y usted entregó sus tesoros, sus derechos, sus libertades, su dignidad a cambio de nada.

El Estado, los medios de prensa, los empresarios, buscan desesperadamente vidrios nuevos que ofrecer. Deben convencerlo que afuera hay un enemigo que se puede identificar y que se debe perseguir a cambios de otros de sus tesoros.

Tienen su vida llena de vidrios de colores y piden más, a cambio de sus derechos.

Hacer públicas las fichas médicas de las personas contagiadas, pedía alguien, publicar sus nombres pedía un alcalde, violar el secreto médico y poner en jaque la vida de muchos, a cambio del espejito de la seguridad. Y con que rapidez enganchan…

Muchos felicitaban la idea, sin pensar que ellos podrían ser los próximos contagiados cuya vida se volvería un infierno, si se hace público.

Tienen su vida llena de vidrios de colores y piden más, a cambio de sus derechos.

La seguridad no existe, no es más que un espejismo. NO controlamos a la naturaleza, no controlamos a los virus, hongos, bacterias, no controlamos el clima, ni los terremotos… Y aun sabiendo eso, siguen pidiendo a grito que le den espejitos a cambio de su oro.

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