Nuestro líder es un perro muerto
Por: Pablo Padilla Rubio, escritor.
Nuestro líder es un perro muerto. Lo pintamos en las paredes. En las veredas venden pañoletas con su estampa (con ellas nos cubrimos de las lacrimógenas). Hacemos afiches con su figura, que decoran las paredes de la ciudad donde andamos combatiendo. Lo recordamos con nostalgia, aunque nunca lo hayamos conocido. Nos da lo mismo.
Nuestro líder es un perro muerto, que ahora, al día de hoy, es una estatua. Estatua que alguna vez la yuta destruyó, como si se pudiera destruir a un perro muerto, o la idea, el recuerdo, el ejemplo de ese perro muerto. Estatua que volvimos a construir, ahora más firme que la primera. Estatua que sacamos de paseo los días de marcha; estatua que decora momentáneamente los alrededores de otro monumento, uno de aguas danzantes que conmemoran las glorias de una institución genocida.
Nuestro gran líder es un perro muerto, y a veces da ternura, a veces nos da risa, a veces nos quedamos pensando en el asunto con mucha seriedad. Reflexionamos. Porque algún significado debe tener esto. Seguro ya hay gente teorizando en el asunto, pajeándose o armando papers o reportajes. Soy uno de ellos, por cierto, y mientras escribo miro la foto de una de las representaciones que inundan todo el territorio. En ella el perro muerto es un mosaico de colores, donde sobre un fondo color ocre, destaca el perfil del animal, con su infaltable pañoleta roja.
Me imagino un dibujo con el perro muerto, luciendo su pañoleta, donde hay impresa la figura de un perro negro con una pañoleta, etcétera. Nos merecemos un líder que sea un perro muerto. O más bien necesitamos imperiosamente que el liderazgo indiscutible lo ejerza, desde el cielo, desde la muerte, desde la memoria, el perro negro este, ladrándole al chorro del guanaco, corriendo en medio de la más verde humareda, como bailando un vals canino, una cumbia de rabia, un hip hop futurista.
Las cosas llegaron a ese estado, el país fue conducido cuidadosamente a esta situación, letra por letra, ley por ley, cuota tras cuota, comercial tras comercial, elección tras elección, bomba tras bomba.
Ahora es el verano de no sé cuál mes de cuál año y da lo mismo. Nuestro único líder, la figura a quién seguir, es entonces ese perro muerto. Los demás que anden por ahí, postulantes a líderes, están bajo cuidadosa observación. Que venga el perro desde su ultratumba entonces, a olerles el trasero.