No estoy gordo, es la cuarentena
Por: Rodrigo Rojas *
* Integrante del Taller de Escritura, impartido por el historiador y politólogo Max Quitral.
Mi problema con trotar es la constancia. El día cero es la parte fácil. Planifico mi rutina, copio alguna dieta de internet y compro todos los artilugios necesarios, para no tener excusa alguna de hacer deporte.
El día cero de la pandemia fue caótico pero simple. Básicamente se nos dijo: “Compren todos los artículos de limpieza que encuentren, quédense en caso y aprendan a hacer pan”. Era el fin del mundo, solo que en vez de los 7 jinetes del apocalipsis, teníamos Instagram y Tik Tok.
El primer día del trote es pura motivación. Impulsado por la imagen futura de un cuerpo saludable, me lanzo a la calle cual Forest Gump a la carretera. Pongo música para motivarme. Mi playlist de trote es una cazuela entre la banda sonora de Rocky, El Rey León, Pulp Fiction y algún podcast que me haga olvidar que podría estar en mi cama durmiendo plácidamente. Llego a casa feliz. Me tomo una ducha de victoria y me miro al espejo con solo aprobación de la persona que veo en el reflejo.
Al comenzar la cuarentena en Santiago éramos pura motivación. Las redes sociales se llenaban de un romanticismo pandémico. La hiper conectividad no solo había permitido al virus viajar por todas las fronteras.
Al comenzar la cuarentena en Santiago éramos pura motivación. Las redes sociales se llenaban de un romanticismo pandémico. La hiper conectividad no solo había permitido al virus viajar por todas las fronteras. También, nos permitió ver imágenes alucinantes de animales tomándose las calles desoladas de las principales capitales del mundo. Músicos usando los balcones de sus departamentos para entregar espectáculos gratuitos y así hacer más ameno, el enclaustramiento. La humanidad ponía un freno de mano a esta incansable rueda, que hasta ese minuto, nunca se había detenido. Incluso el símbolo mismo del capitalismo, el costanera center, se vio obligado a cerrar sus puertas sin fecha clara de retorno. Nos mirábamos al espejo, orgullosos como sociedad. El bien común era más importante que cualquiera de estos sacrificios.
El segundo día de trote es completamente distinto. Despierto en el mañana adolorido de la jornada anterior y pensando que hoy, la hazaña debe ser repetida. Me considero una persona alaraca, por lo que lleno mi día de frases como: “Que lata tengo que trotar hoy”, “Me duele todo ¿Por qué me metí en esto?”, “Esta gente bonita lo hace parecer tan fácil” y mi favorita, cuando alzo el puño al cielo de manera desafiante alegando “Dios, ¿por qué no me hiciste con buena genética?”. A pesar de todo, me lanzo a la calle nuevamente para cumplir lo que considero correcto. Una tarde más de trote.
El cansancio colectivo
Han pasado un par de meses de cuarentena. Usar mascarilla se convirtió en el mínimo, para cualquier espacio común. Cada casa tenía su protocolo de limpieza al entrar. Condenábamos cualquier tipo de irresponsabilidad, que pudiera traducirse en un alza de contagios. Odiábamos a los cuicos una vez a la semana o los cuicos nos daban una razón a la semana para odiarlos. Teníamos una rutina más o menos marcada por el encierro y los matinales. Pero poco a poco, comenzaba a percibirse un cansancio colectivo. Ya no era lo mismo.
La estricta dieta es reemplazada por un contundente almuerzo y un protocolar, postre – no sano. Ya finalizando el día, mientras bebo la última cerveza, un sentimiento comienza a aflorar.
Luego de dos arduos días de trote viene el momento por el que tanto luché. El día de descanso que tiene por eje, la palabra relajo. Las zapatillas para correr se apartan, para darle pasó a una intensa jornada de Netflix. La estricta dieta es reemplazada por un contundente almuerzo y un protocolar, postre – no sano. Ya finalizando el día, mientras bebo la última cerveza, un sentimiento comienza a aflorar. El sabor es semejante a un domingo en la noche con el prominente lunes a la vuelta de la esquina. Mañana se debe trota nuevamente, y mi cuerpo lo sabe. Que pereza volver al trote.
Llegó la primavera pandémica. Después de agrietar nuestras manos de tantos usos de alcohol gel y habiendo agotado cada forma de hacer un carrete en zoom divertido, llegó el momento tan esperado, el relajo. Con el eslogan de respetar los protocolos sanitarios, la ciudad se llenó de pequeñas indicaciones que hasta el más terraplanista podía entender. Transitar por la derecha, guardar distanciamiento social, chequeo de temperatura, respetar el distanciamiento social y usar mascarilla como la gente. Teníamos una pequeña probadita de lo que era la vida sin virus, con los resguardos que exigía el amigo Covid-19. Poco a poco los meses pasaron y el relajo fue cada vez mayor. Las indicaciones en el suelo pasaron a ser bonitos grafitis en las calles de Santiago. El aforo era menos respetado que el presidente en cualquier plataforma. Teníamos pereza de volver a la rutina pandémica.
De la misma forma que llegando al cuarto día de mi entrenamiento, renuncie a mi sueño de vida fitness quedándome en cama, viendo el último capítulo de Queen´s Gambit acompañado de un trozo de torta. Las personas cansadas de la rutina sanitaria se alejaron de todos los protocolos de seguridad. Había más fiestas clandestinas, que camas UCI disponible. El virus se tomó vacaciones y nosotros también. ¿Es la responsabilidad y la disciplina, la gran valla que nos queda por saltar para convertirnos en una sociedad más consciente tanto de forma individual como colectiva? La verdad no lo sé. La realidad es que estoy nuevamente encerrado en cuarentena y gordo como cachalote
5 Comentarios
Rodrigo Felicitaciones por tu columna , Interesante cuando escribes «Odiábamos a los cuicos una vez a la semana o los cuicos nos daban una razón a la semana para odiarlos.» Lo importante es que en la lucha por bajar de peso no te la gane Netflix.
Genial la comparación Rodrigo, la misma motivación inicial de salir a trotar con el primer encierro pandemico, me encantó. ¡Felicidades!
Excelente columna. Me quedo sobre todo con el cansancio colectivo y lo mucho que se refleja en este 2021, a diferencia del año pasado. Buena analogía
Que pluma te sacaste! Gracias por tanta imagen construida con detalles y la rareza que involucra contar la realidad.
Espero pronto volver a leer algo de tu estilo tan tu!
– Me considero una persona alaraca, por lo que lleno mi día de frases como: “Que lata tengo que trotar hoy”-
Yo todos los días.
Palabras llenas de realidad que me fue imposible no leer con tu voz y tu risa en oraciones cargadas con tu humor. Orgullosa!
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