Nadie lo vio venir…

Nadie lo vio venir…

Rodrigo Sepúlveda Espinoza, trabajador Social – Licenciado Msc. Ciencias Sociales y Políticas Públicas. Ex seremi de Vivienda, Maule.

Debe ser una de las frases que más se ha repetido desde el 18 de octubre a la fecha. Una de las cuñas más repetidas por políticos, analistas, académicos, empresarios y medios de comunicación desde que comenzó el estallido. Pero lo que parece una frase más, que justifica la sorpresa de lo que ha sucedido, es el fiel reflejo de la desconexión total de la clase política y la institucionalidad en Chile con los problemas más profundos de millones de chilenos y chilenas cada día.

Una demostración de esta burbuja alimentada y discutida en grandes encuentros empresariales, debates televisivos, congresos políticos y discusión en general, respecto a la desigualdad en la que nos encontramos insertos. Una discusión basada en los grandes índices macroeconómicos, en los grandes éxitos del modelo, en el país ejemplo del continente o como dijo Piñera, el oasis entre las economías latinoamericanas y que sin ninguna duda tapaban los inmensos dolores y brechas sociales existentes no solo desde el punto de vista económico, sino que por, sobre todo, respecto a los que tienen, pueden y los que no.

En eso se transformó Chile, dividido en dos realidades que conviven en espacios territoriales comunes pero que están invisibilizados. ¿O es que acaso la mayoría de los parlamentarios en Chile utiliza transporte público, se atiende en la atención primaria, conoce de educación pública, de pensiones miserables o de ingreso mínimo? Lo conocen desde la teoría, pero no de lo que significa trasladarse hasta 5 horas diarias en locomoción colectiva, de levantarse a las 06.00, a buscar un numero para atenderse con el médico general, de vivir con 103.00 mil pesos o con 300 mil.

Y eso fue lo que, en definitiva, terminó por indignar a un país entero, que mira por TV los sueldos de quienes están justamente para legislar por ellos o que se sorprenden cuando las penas a las que se someten los que cometen delitos tributarios producto de empresas que donan plata a las campañas políticas terminan en nada.

Todo esto alimentado por un gobierno indolente que mandaba a hacer vida social a los consultorios, a comprar flores cuando están baratas o simplemente a levantarse más temprano aún, para aprovechar las bondades y rebajas del transporte público. ¿Esto nadie lo vio venir?

¿Qué país construimos entonces?, ¿Que hemos hecho para no interpretar lo que la gente pide a gritos y no es nada más que lo justo? Un ingreso que permita satisfacer lo mínimo en la pirámide, pensiones dignas que ayuden a un mejor envejecimiento, salud garantizada como derecho no solo con acceso, sino que con calidad.

Por cierto, que se ha avanzado en infraestructura y en cobertura en muchos ámbitos, pero la gente sigue sintiendo que los bancos, Isapres, AFP y el propio estado sigue abusando cada día de los escuálidos bolsillos de gran parte de los chilenos.

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