Medicamentos en Chile, un problema sin remediar
Por: Camila Villalobos *
* Integrante del Taller de Escritura, impartido por el historiador y politólogo Max Quitral.
Nadie decide enfermarse. Al contrario, las personas quisieran mantenerse sanas y estables para que nada perturbe sus actividades. Sin embargo, el ser humano a veces se expone a “bichos” y a deficiencias propias del cuerpo, las que pueden aliviarse con reposo y/o medicamentos; todo para sentirse en estado de bienestar.
El problema no es solo enfermarse, sino más bien, tratar una patología. En este sentido, el alto precio de los medicamentos es un enorme problema que vive la sociedad chilena, originado en muchos casos por las asimetrías de información que existe tanto por el médico que receta un fármaco, el paciente, el cliente o la persona que dispensa el medicamento en una farmacia; tres actores que se adhieren a información diversa en toda esta cadena.
Por un lado, el médico receta a su paciente un medicamento por su nombre de fantasía (por ejemplo, “Celebra”), en lugar de recetar por su Denominación Común Internacional (ejemplo Celecoxib 200 mg en cápsula), generando que el paciente desconozca si existe alguna alternativa para su medicamento. El paciente que se acerca a una farmacia a retirar su medicamento llega con una receta “dirigida” a la compra de un fármaco específico que pudiendo tener un genérico, viene solo con el nombre de fantasía. Situación en la que se observa que el paciente con falta de conocimiento del tema también llega a la farmacia solicitando el medicamento que le recetaron creyendo fehacientemente que es la única solución a su problema de salud.
Las asimetrías de información se pueden mejorar con más información que los pacientes deben conocer antes de atenderse con un médico. Pero lo importante es fomentar, mediante políticas públicas, que apunten a escolaridad donde estos temas concienticen a la ciudadanía.
Las asimetrías de información se pueden mejorar con más información que los pacientes deben conocer antes de atenderse con un médico. Pero lo importante es fomentar, mediante políticas públicas, que apunten a escolaridad donde estos temas concienticen a la ciudadanía. Se puede sugerir que en las clases de química se destinen temarios referentes a productos farmacéuticos habituales en un hogar, enfermedades típicas en la sociedad y sus tratamientos. Además, de educación global de la industria farmacéutica, que debe conocerse por cultura general. También se podría incorporar un mayor esfuerzo en educar financieramente a los estudiantes en clases de matemáticas, pero eso es harina de otro costal.
Hace algunos meses estaba muy en boca la frase “elige el amarillo” en referencia a preferir productos bioequivalentes. Pero esta campaña fue tan insistente visualmente que el exministro de Salud, Jaime Mañalich aparecía en la prensa luciendo una corbata amarilla, y la Subsecretaria de Salud Pública Paula Daza llevando un pañuelo amarillo, entre otros gestos. Esta campaña de color no fue suficiente, ya que la ciudadanía recibió un antecedente con poco argumento y contexto. Muchas personas acudieron a las farmacias exigiendo su bioequivalente donde la política de bioequivalencia no existe (solo existe para productos sólidos orales y soluciones acuosas. Así, por ejemplo, las personas que exigieron su medicamento bioequivalente en ungüento o crema, parches o supositorios no estaban bien informadas; esto generó conflicto entre el dispensador de farmacia y el cliente por tener el cliente una información errada e incompleta de esta campaña.
Las prácticas anticompetitivas
Por otro lado, como es sabido, las farmacias de cadena se han ganado la fama de tener prácticas anticompetitivas perjudicando a las personas en el gasto de bolsillo por las ventas con incentivos económicos llamadas “canelas” y colusión de precios. Es lógico para las personas pensar que las farmacias quieren engañarlos en cada instante cuando por años han tenido estas costumbres. Además, las prácticas de las cadenas han generado un repudio en las farmacias independientes más pequeñas (de barrio también se les llama), ya que el oligopolio de las cadenas farmacéuticas, con precios curiosamente parecidos, localizadas sus sucursales en prácticamente todas las esquinas, terminan generando que las farmacias pequeñas tengan que vender a precios bajos (menores márgenes de ganancia) para poder capturar parte del mercado (cercano al 12% en ventas a nivel país).
La Fiscalía Nacional Económica (FNE) publicó un “Estudio de Mercado sobre Medicamentos”, el año 2020 en el que identifica que las farmacias de cadena marginan en promedio un 42% y que pagan un 70% más en promedio que el sector público y un 60% más que las clínicas privadas principalmente.
La necesidad de la ciudadanía es lo que debe primar, esto es que paguen precios competitivos y al alcance de cualquier bolsillo. La Fiscalía Nacional Económica (FNE) publicó un “Estudio de Mercado sobre Medicamentos”, el año 2020 en el que identifica que las farmacias de cadena marginan en promedio un 42% y que pagan un 70% más en promedio que el sector público y un 60% más que las clínicas privadas principalmente, diferencias que no se pueden explicar por volúmenes de adquisición, sino más bien por el segmento de mercado a que le venden los laboratorios o droguerías.
Adicionalmente, en enero de 2020 se promulgó la Ley Cenabast N° 21.198 como solución a bajar los precios de medicamentos en el retail, donde esta institución, como gran comprador público de medicamentos, consigue mediante compras por gran volumen precios muy bajos comparado con otras instituciones públicas y con el retail (Estudio “Comparación precios Cenabast con precios farmacias de cadena”, 2020). Esta Ley tiene la indicación de entregar medicamentos a las farmacias privadas a un precio regulado para la venta al público, lo que significa un inicio para mejorar el bolsillo de las personas.
Asimismo, dentro de un mismo producto existen grandes diferencias de precios dependiendo si es de tipo genérico (sin marca), similar y marca (como la atorvastatina tan mencionada en pleno Estallido Social a finales de 2019 deja mucho al descubierto esta realidad). La discusión es si regular los precios de los fármacos o no, siempre es posible emitir un juicio al respecto y las razones de no intervenir pueden ser muchas. Algunos, por ejemplo, pueden indicar que el mercado puede regularse solo (mano invisible de Adam Smith). Sin embargo, cuando este no es eficiente para la ciudadanía, la intervención del Estado puede resultar beneficiosa.