
Marzo 2020: Cuando el Covid-19 acentuó la desigualdad en Chile
Durante todo el verano no hubo persona que no advirtiera que “Se viene marzo y ahí, todo puede pasar”. Era el mantra repetido por moros y cristianos, desde todas las veredas. Claro, todas las referencias eran para el retorno de las movilizaciones sociales, que tuvieron un alto durante buena parte de la temporada estival y que, tal como se pensó, desde el primer día comenzaron con todo. Sin embargo, pese al masivo y movilizado comienzo de mes, el fin de marzo fue totalmente inesperado: el entonces lejano coronavirus Covid-19 llegó a nuestro país y lo «contagió” todo: estallido social, políticas públicas, calendario electoral y lo más importante, a las personas, que cada día suman más y más casos.
Tras la multitudinaria marcha feminista del 8M, que juntó a millones de mujeres por las calles de todo el país, todo el impulso del movimiento social obligó al gobierno a retroceder y ponerse a la retaguardia, dando respuestas tardías y con el control de la agenda totalmente perdido. Incluso, no pocas voces, como la del senador Alejandro Guillier y otros parlamentarios, alzaron la voz y pidieron directamente la renuncia de Piñera, quien no repuntaba en las encuestas y se encontraba con escaso margen de maniobra. Incluso, el Senado, a petición de un diputado, encargó la elaboración de un informe para determinar el procedimiento que podría sacarlo de La Moneda.
En términos pugilísticos, el gobierno estaba contra las cuerdas y dando golpes a ciegas. Sin embargo, apareció el temido Covid-19 y cambió todo de un plumazo. Términos como “Apruebo” y “Rechazo”, ambos cargados de pasión y significado, en tan solo un par de semana quedaron lejanos en el diario vocabulario, para dar paso a fin de mes a términos como “Pandemia”, “Quédate en tu casa”, “Cuarentena” y otros por el estilo.
¿Y qué pasó? De un día para otro, durante el fin de semana de mitad de mes, rápidamente, subió el número de contagiados a 75 casos, mientras el gobierno anunciaba tímidamente la prohibición de reuniones de más de 200 personas por riesgos de contagio, en días en los que ya se oían voces que llamaban a postergar el plebiscito programado para el 26 de abril. Y como una avalancha, los hechos se fueron sucediendo, hasta que el gobierno decretó, el 18 de marzo, “Estado de excepción constitucional de catástrofe” por 90 días. Así, con colegios y universidades con sus clases cerradas y el comercio, que poco a poco, fue bajando sus cortinas, el escenario se tornó apocalíptico previo a la dictación de toque de queda en todo el país, desde las 22.00 a las 05.00 el 22 de marzo. Y con ello, el miedo al contacto directo entre las personas. Como guión de película de terror.
Y el corolario de todo esto fue la postergación de todo el calendario electoral para este y el próximo año. Así, el plebiscito, originalmente planificado para el 26 de abril, quedó aplazado para el domingo 25 de octubre próximo.
Todo ello, en medio de una masiva petición ciudadana de decretar una cuarentena total en todo el territorio nacional, al igual que otros países de la región. Sin embargo, las autoridades, reacias, concedieron únicamente, cuarentenas parciales, primero, en siete comunas de la capital y hasta ahora, en otras del sur del país, como Osorno y Chillán. No detener la producción como sea parece ser la consigna.
Teletrabajo para los que puedan
De inmediato se encendieron las alarmas en todos lados. Y la orden de los especialistas en materia sanitaria fue clara: todos a sus casas y a practicar la denominada “distancia social”. Máxima más fácil de aplicar para unos que para otros. Los que pudieron y tuvieron permisos de sus jefaturas, tuvieron la posibilidad de ir a trabajar a sus casas para, además de realizar su trabajo remotamente, estar con los hijos todo el día -como no les había tocado nunca en horario laboral- hacerles las tareas escolares y también encargarse de las tareas domésticas. Todo un reto con justificadas quejas hacia los colegios, especialmente. Sin embargo, otro grupo, acaso con menos posibilidades de negociación laboral, hasta ahora no han tenido la posibilidad de recluirse en sus domicilios como es la recomendación.
Así, mientras cundían las recomendaciones por aislarse en familia y no exponerse, el lunes 23 de marzo, la noticia fueron las atiborradas estaciones de Metro, con gente pegada, cara a cara dentro de los carros, para quienes el teletrabajo sonaba a chiste cruel. Frente a ello, una impávida ministra de Transportes se despachó un indolente “Uno nunca anticipa que vayan a ocurrir cosas así”, luego que el gobierno decidiera, a última hora el día anterior retrasar los horarios de inicio de operaciones del transporte público para hacer frente a la pandemia. Un error que puede estar costando miles de personas contagiadas.
Lo que no fue un error fue el ahora histórico dictamen de la Dirección del Trabajo, que ante la ausencia obligada de trabajadores a sus fuentes laborales por la cuarentena decretada, emitió un comunicado que señala que “el empleador no se encuentra obligado al pago de las respectivas remuneraciones”. Y si bien se trata de una disposición vigente, no hubo mayor asomo por parte del ejecutivo por torcer el rumbo y hacer un real esfuerzo de para que el Estado ayude a equiparar la desigual relación entre empleador y trabajador. Apenas un timorato proyecto de ley que busca que el pago de salario en este tipo de situaciones sea a costa del Seguro de Desempleo.
En el ambiente queda una sensación de trato desigual también para esta contingencia. Cerco sanitario para las comunas más pudientes (que poco se cumple) y no para el resto de Santiago.
Las dudas que quedan
Bajo este extraño escenario de gente que lleva ya semanas sin salir de sus casas, con una economía que paulatinamente se va al suelo por comercios medianos y pequeños que ya no generan ventas, van quedando preguntas que nadie está en condiciones de responder aún. Mientras colegios, universidades y centros de formación técnica hacen sus máximos esfuerzos para “hacer como que funcionan”, aunque se de manera virtual para poder cobrar sus mensualidades, no hay claridad con lo que pueda suceder con esos pagos ni en el modo en que se cobrarán, si es que así sucede.
Por otro lado, la resolución para el pago de los permisos de circulación resultó ser un completo mamarracho: a último día mucha gente se enteró que, pese a que el Congreso aprobó una ley que señala si un conductor es controlado después del 31 de marzo por carabineros sin el permiso de circulación al día, no le van a sacar un parte, por otro lado, si ese conductor no sacó el permiso antes del 31 de marzo, estará obligado a pagar multas e intereses.
Y mientras grandes empresas como la aerolínea Latam, en tiempos de pérdidas, se acuerdan del Estado y piden millonarios auxilios, las medianas y pequeñas ven un oscuro panorama sin ventas en el horizonte. Todo ello, de la mano de un incierto panorama en materia de empleo. Así, la palabra recesión está a la vuelta de la esquina, junto con una situación sanitaria también incierta. ¿Y la respuesta del gobierno? Un plan económico que no supera el 5% del PIB, mientras que otros países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la que tanto nos gusta compararnos, superan largamente el 10%, llegando al 20%, como España e Italia.
Tampoco hay claridad sobre quién va a responder por las millonarias pérdidas que están teniendo los fondos que administran las cuestionadas AFP. Todo, en un marco de un Estado completamente ausente, incapaz y sin muchas ganas de hacerse cargo de las necesidades de la población. Dejando todo en manos del mercado, que en tiempos de crisis solo sabe de acentuar las desigualdades. Incluso, entregando recursos a privados para que administren y se enriquezcan con la crisis, como los dueños de Espacio Riesco que cobran 0,2 UF por metro cuadrado. Habiendo espacios públicos, a costo cero, que podrían ser ocupado, como universidades, recintos militares, o la inutilizada clínica de Ñuñoa.
Mientras tanto, la gente, acostumbrada a vivir y sobrevivir a base del endeudamiento, parece que no tendrá más opción que seguir dando vueltas en la rueda sin fin de bicicleta del préstamo.