Octubre 2020: Las tareas y desafíos que dejó el arrollador triunfo del “Apruebo”

Octubre 2020: Las tareas y desafíos que dejó el arrollador triunfo del “Apruebo”

Aunque era casi unánime la percepción que el “Apruebo” sería el ganador en el referéndum del 25 de octubre pasado, muy pocos, por no decir casi nadie, se atrevió a vaticinar la verdadera paliza electoral que sufrió la opción de mantener vigente la constitución de la dictadura de 1980, refrendada por Ricardo Lagos el año 2005, que apenas se empinó sobre el 21% de los votos, contra un abrumador 78% de las preferencias. Es que considerar que, prácticamente, cuatro de cada cinco chilenos se inclinarían por cambiar la constitución, no estaba en los cálculos de los analistas, ni tampoco que una proporción similar elegiría a la Convención Constitucional en lugar de la opción mixta, que incluía una mitad de parlamentarios para la redacción de nuestra próxima Carta Magna.

Ambos resultados están en perfecta consonancia con el espíritu del masivo movimiento social desatado en octubre del año pasado, que situó a la clase política completa como parte del problema y no de la solución a los múltiples problemas políticos, sociales y económicos denunciados desde entonces. El abismo es total entre la gente, que diario sufre los abusos de un sistema desigual y segregador, y la élite política, que poco conoce de estas penurias y que centra su miope accionar en su propia sobrevivencia. Es por ello que el mensaje de “queremos una nueva constitución, pero sin ustedes (los partidos)” resonó en todo el país.

Con todo, sorpresiva fue también el considerable aumento en el número de votantes en comunas como La Pintana, donde, históricamente, la participación en procesos electorales ha sido muy menor en comparación con las comunas más pudientes.

La alta participación electoral también llamó la atención. Más de siete millones de personas (51% del padrón electoral), acudieron a votar, lo que supone la cifra más alta desde que se instaló el voto voluntario en 2012. Todo ello, pese a la pandemia del coronavirus que alguna merma, aún no cuantificada, tuvo que haber ocasionado en la participación ciudadana de este plebiscito. Con todo, sorpresiva fue también el considerable aumento en el número de votantes en comunas como La Pintana, donde, históricamente, la participación en procesos electorales ha sido muy menor en comparación con las comunas más pudientes. En la segunda vuelta presidencial de 2017 había votado uno de cada tres electores en esta comuna del sur de la capital, número que el domingo saltó a más de la mitad del padrón comunal, que equivale a 21 mil más electores presentes en las urnas que para la última elección presidencial. Misma tónica que se repitió en un gran número de comunas de Santiago y regiones, lo que demuestra que cuando hay en juego decisiones importantes, la gente se siente llamada a participar.

Estos mayores índices de gente participando del plebiscito fue de la mano con una entusiasta participación de los más jóvenes, que se sintió convocada a participar de una jornada en la que se decidían cosas más trascendentes que un simple cambio de autoridades. Muchos de esos jóvenes que participaron de forma muy activa de las movilizaciones en las calles, encontraron sentido a su rabia por los abusos y hallaron en el plebiscito una forma de encausar sus anhelos. Muchos de ellos votando por primera vez. A diferencia de ocasiones anteriores, esta vez fueron los adultos mayores, aquellos que históricamente habían sido el sostén del padrón electoral presente en las urnas, los que no asistieron a votar como antes. El coronavirus, que tiene a este grupo etario como su principal amenaza, claramente los restó de participar del referéndum.

Sin embargo, ¿es todo miel sobre hojuelas para los que buscan cambios estructurales en esta desigual sociedad? Veremos…

El Versalles criollo

Pese a que la victoria del “Apruebo” fue abrumadora en Chile y en la votación de chilenos en el extranjero, a nadie dejó indiferente que en las tres comunas donde vive la mayor parte de la élite chilena de Santiago -Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea- haya ganado el “Rechazo”, en total contraposición con lo expresado por la inmensa mayoría de los chilenos. En simple, se puede traducir en que los sectores acomodados, que no conocen de abusos ni problemas de ingresos, no sienten la necesidad de cambiar las reglas del juego que para el resto de los chilenos significan un constante sentimiento de injusticias e inequidad.

La burbuja en la que vive buena parte de nuestra élite, donde se concentra la mayor parte del PIB, además del poder político y económico de Chile, demuestra que el Estallido Social representa la total disociación entre dos mundos que viven en una misma ciudad, pero que no se conocen ni se relacionan, más allá de la necesidad de servidumbre de un sector para con el otro. Esta suerte de “Apartheid” criollo devela un abismo, en el que, por una única vez, el sector más postergado sintió que le dio una buena paliza y devuelta de mano al que siempre gana y pone las reglas. Victoria que puede quedar sólo en lo simbólico si no se generan las condiciones para que la abrumadora mayoría que quiere cambios profundos a la desigual sociedad impuesta por el modelo neoliberal, se refleje en la Convención Constituyente. Desafío que parece lejano, porque si bien, se dio el primer y fundamental paso de abrir la puerta para el cambio de constitución, queda aún mucho trecho por recorrer. El triunfo del Apruebo era carrera medianamente corrida. Pero, plasmar los anhelos de cambios del desigual modelo en la nueva Carta Magna es otra historia, por la que debe correr mucha agua bajo el puente, en un cauce de agua totalmente desconocido y lleno de ripios. Y las señales no apuntan a que se plasmen los cambios demandados por la ciudadanía.

El plebiscito se dio en un contexto en el que aún no está resuelta la participación de pueblos originarios e independientes. Es como jugar un partido de fútbol sin saber con cuántos jugadores se va a entrar a la cancha y con la posibilidad cierta que el árbitro se ponga la camiseta del equipo rival.

De partida, el plebiscito se dio en un contexto en el que aún no está resuelta la participación de pueblos originarios e independientes. Es como jugar un partido de fútbol sin saber con cuántos jugadores se va a entrar a la cancha y con la posibilidad cierta que el árbitro se ponga la camiseta del equipo rival. Ello porque cualquier independiente que quiera postularse como constituyente fuera de los partidos, deberá por si solo superar en votación al total de los integrantes de una lista y puede que quede fuera, pese a tener más votos que cualquiera de los que van dentro de los pactos. Sin contabilizar lo de recolección de firmas ni trámites notariales, aún no resueltos. Ello, porque el sistema de elección de los constituyentes será el mismo que se utiliza para la elección de diputados: el sistema D’Hondt, que reemplazó al binominal; método matemático para asignación de escaños, que permite obtener el número de cargos electos asignados a las candidaturas, en proporción a los votos obtenidos.

La otra opción que tiene es que un partido lo acoja e integre dentro de sus listas. Pero, claro, es ya una concesión a la que no todos estarán dispuestos. Eso fue lo que se firmó el 15 de noviembre del año pasado en el denominado “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, por casi la totalidad de los partidos políticos. Un sistema que casi garantiza que los futuros constituyentes provendrán de los propios partidos políticos que firmaron el acuerdo. ¿Y la sociedad civil? Bien, gracias. Asimismo, el asunto de los escaños reservados es todavía una incógnita a dilucidar en las próximas semanas, donde lo más probable es que se llegue a algún consensuado acuerdo. Afortunadamente, la paridad de género sí quedó establecida y garantizada.

No es una confrontación entre dos bloques: Hay una inmensa mayoría que pide a gritos cambios estructurales, y por el otro lado, una pequeña y poderosa minoría que se resiste con todo a perder privilegios. Haciendo caso omiso al llamado de la misma Cecilia Morel, que en octubre del año pasado instó a los de su sector socioeconómico a hacerse a la idea de “perder algunos privilegios”.

El fantasma de los 2/3

Todo lo anterior, sin considerar la trampa de los 2/3 impuesta por la derecha al resto de la izquierda y centro izquierda, que aceptó sin chistar esta suerte de chantaje electoral para el funcionamiento del órgano constituyente que, fiel reflejo de los eufemismos que marcan nuestra política, se le denominó “Convención Constituyente” y no Asamblea Constituyente, que es como se le denomina a esta instancia en todas partes del mundo. Una diferencia que puede ser sólo semántica. Puede ser, pero a la luz de las proyecciones, es posible que redunde en una importante distancia, por cuanto el quórum de los 2/3 supone que una minoría, digamos una derecha con el 35 o 40% de los escaños constituyentes, podrá bloquear una y otra vez lo que pudiera querer una mayoría del 60 o 65% de los electores constituyentes. Tal como lo hizo por más de 20 años con el sistema binominal, que hacía exactamente lo mismo: que una minoría pesa electoralmente lo mismo que una mayoría. ¿Y las ambiciones de una mayoría? Bien, gracias.

Todo esto sumado a que se ve improbable la participación de independientes y que lo de los escaños reservados para pueblos originarios sea todavía una incógnita, hace prever que la constitución de este órgano que redactará la nueva constitución, estará ampliamente dominada por los partidos que firmaron el acuerdo de noviembre de 2019.

Todo esto sumado a que se ve improbable la participación de independientes y que lo de los escaños reservados para pueblos originarios sea todavía una incógnita, hace prever que la constitución de este órgano que redactará la nueva constitución, estará ampliamente dominada por los partidos que firmaron el acuerdo de noviembre de 2019. Y que los anhelos de cambios que pudiera expresar alguna parte de esos constituyentes sean aplastados por los votos de la minoría atrincherada en los 2/3. Falta mucho para eso, pero los indicios no avizoran algo diferente. Sin contar con que, a modo de último recurso, los defensores de la constitución de la dictadura lograron también imponer el plebiscito de salida, que implica que la nueva constitución debe ser refrendada en este referéndum que, si es rechazado, invalida todo el trabajo y la Constitución de 1980 seguirá rigiendo como si nada hubiera pasado.

En noviembre de 2019 la derecha entregó su añorada constitución de la dictadura, pero pensando en lo importante: mantener el modelo. Por ello, todas las trabas y piedras el camino a través de un probado sistema de mantención del control, pese a ser minoría. Solo el tiempo dirá cómo se desarrollan los hechos, pero, una vez más, la izquierda y centro izquierda, aceptó jugar -y de buena gana- en una cancha inclinada, con los árbitros en contra y con varios jugadores menos. Igual que en la transición.

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