Historia de un camino

Historia de un camino

Por Óscar Rojas. En Twitter: @ORojas2019negro

 * Integrante del Taller de Escritura para Principiantes, impartido por el historiador y politólogo Max Quitral

La noche anterior nos volvimos a reunir en la profundidad de nuestras oscuras miradas para evaluar detalles. La larga vigilia de aquella noche se hizo eterna, al igual que los caminos a nuestras tierras. Sonó el silbido del viento que avisaba la hora de salida, de la salida del sueño. Es hora de ponerle paso firme al andar y dejar el miedo de la pasividad imperante en las sábanas. Caminando a prisa por las rutas tantas veces andadas y observadas en el ir y venir de la cotidianidad. Era de madrugada la hora que decidimos para dejar liberar nuestro intento de despertar a las demás sombras ocultas en sus cavernas modernas. La densa bruma de esos instantes dejaba movernos bajo el alero del viento y sus lagrimas, ya no hay marcha atrás para seguir el andar.

El silencio de la oscuridad permitía oír cuando los pájaros roncaban en la pasividad de la noche, donde solo oían los plumíferos madrugadores el andar de nuestros pasos, y nos brindaban un silbido al viento para darle fuerza al espíritu de los que aprisa seguían el andar. Esas pisadas firmes solo se hacían notar para los agudos oídos de las mismas sombras, que en su andar sigiloso pasaban por la densa bruma, donde no se ve ni la palma de las manos con la niebla que se genera en este tipo de suelos, fríos y húmedos; donde escuchar se vuelve tu mejor opción y mirar es solo una pérdida de tiempo. Sin embargo, el conocimiento de esos suelos te da el manto para reconocerlos y apresurar el andar.

En esas antiguas rutas, esas mismas que vieron mi crecer, cuando jugaba a imaginar y soñar con las demás sombras del lugar, vestimos la pena sombría de quienes llegaron antes que yo y se fueron a la fosa antes de tiempo. Las raíces de los enormes arboles que venían creciendo desde mi llegada a este plano, cubrían el andar raudo y sigiloso que requería en esos momentos de asecho. Tratando de ir más aprisa, sentía que el suelo se volvía arena, y el corazón siempre latía con más fuerza. Mientras sigo el ágil andar, recorro el pasado en mi memoria, recuerdo el principio de todo esto, pero sigo creyendo en lo fugaz de nuestro andar en este plano incompleto.

Viene un cruce importante, una zona vigilada por los ojos que todo lo ven y todo lo controlan, salgo de la mente y retomo el andar, que requiere cautela y coraje. Vuelvo a la densa bruma y la espesa maleza que brota en aquellas húmedas zonas, observando sin perder el lugar donde apuntan las miradas de los vigilantes ojos de la normalidad. Cuando se da la oportunidad, de un brinco y una acelerada corrida, paso fugaz el punto de control, se mantiene el sonido de los grillos, y así logro volver al manto siempre atento de la pachamama que cuida a sus hijes guerrer@s. Repaso el quehacer acordado, y continúo a paso sigiloso entremedio de la bruma y los arboles que cubrían con sus brazos mi espíritu silvestre su andar impetuoso y fugaz.

Logro ver los ojitos de luz de las demás sombras; ya no hay discrepancia posible a esa altura. La Luna apunta la hora acordada, y en todo el mundo se dejarán caer las cargas de luz. Vamos cautelosos, pero a paso firme con el coraje que nos blindan los sueños. Nos disponemos a iluminar una vez más la larga noche del sueño eterno; son más de 500 inviernos y letargo, insistiremos en despertar al gigante dormido. Hojas al viento con una leyenda escrita, humo y la luz hermosa que genera el fuego. El mismo que nos hizo salir de las cavernas, hoy volverá a hacer salir a las demás ánimas de sus cuevas modernas, para así volver a ver los ojitos de quienes estuvieron cegados por la larga noche.

La sensación de mirar atrás y notar lo hermoso que es iluminar el camino de quienes vienen luego de estas sombras y su despertar, es la misma sensación de la incertidumbre que genera limbo de la vida, muerte o esclavitud. La verdadera libertad que genera el salvajismo que de cuando en vez, se requiere por nuestra Luna. Si ella nos convoca y la Tierra nos necesita, volveremos a recorrer las rutas de las sombras, esperando el despertar a las demás sombras.

El 18 de octubre de 2019, las sombras se liberaron del sueño eterno y se sumaron al llamado de la Luna. Ya no hay vuelta atrás.

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