Hambre

Hambre

Por: Pablo Padilla Rubio. Cronista y poeta

Las imágenes de camiones con alimentos en el Palacio muestran que en el ilustre recinto impera el hambre. No es hambre cualquiera. Es un hambre de tres cabezas, una insaciable necesidad mandataria que organiza hechos, salidas de prensa, fotografías y cuñas.

Hay hambre de espectáculo, ganas de ser mirado haciendo algo novedoso, lleno de sorpresa, que atraiga admiración y aplausos entre la concurrencia. Que levante las menciones en encuestas, que sostenga en alto el trendy topic con deditos hacia arriba y valoraciones positivas. Que genere simpáticos comentarios y, por supuesto, alguna que otra ovación.

También hay hambre de recuperar eso que los analistas usan casi como muletilla desde hace años: hambre de relato. En palacio está claro que hace falta vislumbrar algo como una ruta, y un discurso coherente que le otorgue fondo a un gobierno que hace meses sólo se mueve entre los balbuceos y las amenazas. Para esas hambres que rondan el patio de los naranjos, pareciera que basta con una módica flota de camiones para levantar la imagen. Y vuelven a poner en estos vehículos la misma fe que hace semanas pusieron a navegar por unas horas en la cubierta del navío “Sargento Aldea”. Como detalle simpático, se destaca la plataforma roja alfombrada, sobre la cual el presidente se sube para estar un peldaño más arriba de su comitiva, disimulando evidentes diferencias de altura con su comitiva. En el caso de las fotos en el “Sargento Aldea”, para lograr eso hubo una cuidadosa elección del ángulo fotográfico. El relato reclama, al parecer, lucir más alto que los demás, aunque la realidad diga otra cosa. ¿Hay hambre de crecer entonces? Todo lo indica.

A falta de mejores ideas, el acto de comprar abarrotes, llenar con ellos cajas de cartón y salir a repartirlos en camiones arrendados, bajo el brillo de los focos televisivos, pareciera ser también protagonista de estas jornadas y de las que vendrán.

Un hambre que limita con todo lo anterior es el hambre de encontrar (o construir, o inventar) algo parecido a una épica. Un aliento vital que mueva las masas (aunque sea el 6% de las masas, todo vale). Una razón de ser que impulse y entregue contenido a estas existencias, algo que encubra de alguna forma el puro afán electoral. A falta de mejores ideas, el acto de comprar abarrotes, llenar con ellos cajas de cartón y salir a repartirlos en camiones arrendados, bajo el brillo de los focos televisivos, pareciera ser también protagonista de estas jornadas y de las que vendrán. En una de esas, también puede ser la ocasión de foguear a nuevas y jóvenes tropas electorales de derecha, que encontrarán en el relleno de cajas con mercaderías, su propia epopeya iniciática, desde la cual lanzarse a la reconquista del electorado.

Las cámaras muestran los camiones saliendo desde el Palacio de la Moneda, cargados de alimentos para Chile, y también cargados de la triple hambre. Salen al encuentro de las otras hambres que se esparcen como epidemia, por las calles de la República. ¿Será un encuentro? ¿Será un enfrentamiento? Todo esto no es más que noticia en desarrollo, o tal vez apenas es la historia.

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