
El despertar de la salud como revolución en Chile
María José Díaz Nova, Médica Salubrista U. de Chile. Brigadista Movimiento Salud en Resistencia y activista en Cannabis Medicinal y medicina popular.
Durante los últimos 30 años hemos sido testigos de demandas levantadas desde diversos sectores. Y me refiero a demandas porque el concepto de despertar solo puedo abrazarlo desde el 18 de Octubre recién pasado.
La educación, las pensiones, la vivienda e incluso el transporte han sido protagonistas de manifestaciones sociales organizadas – unas más mediáticas y fortalecidas que otras- sin embargo, la salud se ha quedado permanentemente fuera de cualquier planificación subversiva. Con esto no quiero decir que en el tiempo no existieran iniciativas populares o incluso mediadas por la institución que estuviesen cuestionando el sistema sanitario, sino que la revolución no aparecía por ninguna parte.
Entendamos que la palabra revolución viene de “revolutum” que significa una especie de “dar vuelta”. Bajo esta lógica convengamos, entonces, que en este país la construcción histórica mediada por el adormecimiento colectivo se limitó a generar reformas que en vez de “dar vuelta” al sistema, se consagraron como herramientas de fortalecimiento para estructuras mercantilistas en un tema que significa la vida y la muerte misma, es decir, cómo queremos vivir y cómo queremos morir.
De pronto, estalló el descontento enquistado por tantos años en nuestro pueblo. Apareció una energía avasalladora de querer cambiarlo TODO. Se hicieron conscientes los abusos y nítidas las esperanzas. Comenzamos a vernos y a trabajar juntos. Empezó la construcción (sí, esa que algunas clases privilegiadas no entienden) desde la destrucción de aquello que se escapa de nuestro andar y que nos sigue pareciendo brote del capitalismo.
La salud como un pendiente vital
Es entonces, cuando logramos ver la salud como un pendiente vital, literalmente. Como un bien de consumo que ya no queremos. Como un derecho social arrebatado por tanto tiempo. Y lo mejor de todo, es que conseguimos percibirlo colectivamente, no sólo desde iniciativas aisladas.
En esto, la calle ha tenido un rol fundamental, ya que se ha llevado gran parte del despertar de la salud, y desde un escenario jamás pensado hasta hace unos meses atrás: las brigadas y cuadrillas que cuidan la salud del pueblo, que operan del extremo norte al sur desde una organización espontánea y una lógica solidaria de resistencia ante la represión como agente mutilador del estado.
Grupos diversos de profesionales, voluntarios y voluntarias, trabajadores del área sanitaria y también desde otros sectores apoyando esta iniciativa rupturista y autogestionada. ¿Lo mejor? Es que esto no sólo se queda ahí, sino que avanza en un cúmulo de impulsos populares que decantan en lo que también comenzamos a entender como salud: el cuidado del otro/a en su inmensidad; alimentación, agua, música, cultura en todas sus formas; terapias complementarias; transporte compartido; demandas por un trabajo no explotador; tomas de terreno y mejora de la vivienda en comunidad. Amor y organización.
Nada se había comparado a este levantamiento de la salud como bandera de revolución. En mi vida entera y en mis 13 años de profesional no había visto jamás la reformulación de cómo queremos y merecemos vivir tan llena de convicción. Porque la reflexión y acción no sólo se ha tomado las calles y el quehacer cotidiano, sino que se compromete desde ya a sentar las bases de una nueva forma de hacer salud mucho más horizontal, feminista, plurinacional, derrocando la hegemonía biomédica para dar cabida a otras miles de maneras de cuidar, sanar y acompañar. Y es que se acabó la era del mercado. Este es nuestro momento y no lo vamos a perder.