Crisis sanitaria y respuesta política: ¿Cuál es más peligrosa en el Chile de la revuelta?
Por Karol Kütral. Enfermera y candidata a Magíster en Salud Pública de la Universidad de Chile. Colectiva Udumbara.
“Nunca antes habíamos visto una pandemia generada por un coronavirus. Al mismo tiempo, nunca antes habíamos visto una pandemia que pudiera ser controlada”, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director General de la OMS, 11 de marzo de 2020.
Las tecnologías de la información permitieron que el mundo se entere casi al unísono de la declaración de una nueva pandemia. Los criterios en los que se basó la Organización Mundial de la Salud (OMS) para hacerlo fueron “los niveles de propagación y gravedad, como por los alarmantes niveles de inacción”. El primer criterio es una característica propia de la enfermedad, mientras que el segundo corresponde a la respuesta política que a vista de la OMS los países han desarrollado hasta la fecha: la inacción.
Sin embargo, si bien las descripciones y recomendaciones clínicas de organismos internacionales como la OMS se mantienen generalmente inamovibles y estériles, la respuesta política varía en cada país y en cada región, y la diversidad de respuestas posibles y los peligros que pueden resultar de ella, parecen no tener un sistema de vigilancia y control tan sofisticado. Los riesgos del inadecuado manejo de la pandemia son, según la OMS: el miedo irracional, sufrimientos y muertes innecesarias.
A Chile la pandemia llega en un momento de debilidad del gobierno de derecha por una elevada lucha de las clases oprimidas y una violenta represión por parte de las fuerzas de orden, como no se viera desde la dictadura militar de hace 30 años. Y es que, aun en democracia representativa, se intentaba mantener un sistema neoliberal al borde del suicidio, grabado a fuego en la memoria fragmentada del pueblo que buscaba su liberación, al fin unido y sin miedo.
La respuesta política del gobierno fue como venía siendo: solitaria y frívola. Desde el punto de vista sanitario, con un comité de expertos en salud reducido, que excluyó a representantes de los gremios y colegios profesionales, y que desconocía elementos básicos de la salud pública como las medidas de detección, aislamiento y tratamiento de los casos positivos, rastreo de los contactos según sugirió la OMS, y cuyo resultado fue el rápido avance de la fase 3 a la fase 4 con las complicaciones sanitarias que esto implica para el seguimiento de los casos sospechosos. Desde el punto de vista económico, con medidas mediocres, que no contemplan la subsistencia real y el costo de vida de millones de personas, sino no afectar el bolsillo engordado de quienes cotidianamente se benefician del modelo económico. Con desprotección a los trabajadores, permitiendo a los empleadores suspender los contratos y no pagar los sueldos de quienes han visto afectadas sus rutinas laborales. Y peor aun, con una rápida salida de militares a las calles para mantener el complejo orden social generado, a punta de armas y toques de queda.
La pandemia como excusa
La pandemia ha sido una excusa para que el gobierno de Piñera aumente las medidas represivas en contra del pueblo que venía luchando, sin dejarle la posibilidad de chistar, y exponiéndolo con una crudeza desgarradora a una doble vulneración: empobrecer y enfermar. Si enfermar en situación de pobreza era una condena que normalmente enfrentaba el 80% de la población, la que se encuentra afiliada al seguro público (FONASA), enfermar por coronavirus en estos momentos significa desconocer la real posibilidad de acceso a la atención de salud. Incluso el único derecho de salud consagrado en la constitución militar, el derecho al acceso a la salud, se ha visto superado y está siendo negado para la mayoría de la población.
Pero no solo la precariedad del sistema sanitario ha quedado en evidencia con la pandemia, sino la miseria de la vida cotidiana de millones de personas, aquellas que ocupan los eslabones inferiores del orden de clases burgués: las que habitan las poblaciones, las que tardan horas en trasladarse a su trabajo, las que ejercen doble jornada, las que copan las cárceles y centros del Sename, las que dependen del comercio sexual y del narcotráfico, las que ganan menos de 400.000 pesos mensuales. En suma, la mayor parte de la población. Si las medidas inmediatas de la respuesta política gubernamental a una pandemia no contemplan a estos grupos, entonces no puede ser considerada una buena respuesta política. Mismo error han cometido otros gobiernos neoliberales como el de Estados Unidos, Inglaterra, Brasil y Ecuador, quienes al igual que en Chile, desprecian lo público y lo popular pues sus objetivos al llegar al poder son otros: asegurar el enriquecimiento continuo de la clase empresarial dominante, y que las crisis las pague el pueblo trabajador. Cuando esto ocurre, queda nuevamente al descubierto que el remedio neoliberal es peor que la enfermedad, cualquiera que ésta fuese.
Afortunadamente, la respuesta política no se limita únicamente a la respuesta de los gobiernos. La acción de diversos actores políticos surgidos al calor del movimiento social, han constituido en Chile la respuesta socio-política más cercana a la que el pueblo exige y necesita:
- Los territorios organizados y el tejido social rearmado gracias a la revuelta social del 18 de octubre y potenciado con las redes virtuales facilitaron la comprensión social del fenómeno sanitario y el rápido repliegue de la lucha callejera, de la masa trabajadora y de la población de riesgo para prevenir el contagio y el colapso del sistema de salud público. Las organizaciones sociales fueron las primeras en exigir y apoyar el “quédate en casa”. Asimismo, han desarrollado mecanismos de economía comunitaria y solidaria para identificar a las personas mas desprotegidas y asegurar su abastecimiento.
- Las brigadas de salud han sabido volcarse a sus distintos territorios organizados, y han utilizado la educación popular para contribuir a la salud, al empoderamiento y al agenciamiento en la gestión local de la salud, principalmente en el ámbito de la prevención y promoción.
- Los/as trabajadores/as de salud pública se han organizado y han actuado en forma coordinada para prevenir el contagio de todos los turnos a la vez, y han denunciado instantáneamente las precariedades del sistema al no contar con recursos sanitarios para atender a la población, para realizar la pesquisa, ni para protegerse con los elementos de seguridad necesarios, denuncias que han sido desmentidas por el ministro de salud.
La pandemia llegó en un momento de alta organización de clase, que habría hecho insoportable la existencia si hubiese llegado antes de la revuelta, y si se hubiese retrasado un poco puede que otro Chile haya sido el responsable de asumir la respuesta institucional. Por esto es relevante sacar lecciones reflexivas para el futuro de la sociedad chilena, a partir de la ocurrencia de los hechos como se han desarrollado:
- La pandemia en tiempos de crisis del modelo económico neoliberal respalda la idea de su colapso inminente.
- Un comité de directores de clínicas privadas no puede administrar la salud pública, en cuanto ellos mismos constituyen un verdadero peligro para la salud pública.
- Es la organización y el agenciamiento de los/as pobladores y trabajadores/as de la salud lo que ha permitido afrontar efectivamente la pandemia.
Es así como el miedo irracional, sufrimientos y muertes innecesarias anticipadas por la OMS, han sido frenadas en Chile no por la respuesta gubernamental, sino por la de la sociedad organizada a partir de la revuelta de octubre, con la participación de tres actores sociales clave: los territorios organizados, las brigadas de salud y los/as trabajadores/as de salud.
Un cuestionamiento mas profundo remueve también la presunta esterilidad de la salud pública mundial: urge desarrollar mecanismos de interacción con las especies y con el ambiente menos antropocéntricos, cuyo objetivo no sea la producción descarnada de alimentos con fines comerciales individuales, por el inminente riesgo de nuevas mutaciones de microorganismos transmisibles y el agotamiento del agua potable, con consecuencias catastróficas como las que hemos visto. Distintas comunidades globales han demostrado experiencias positivas en relaciones interespecie y ambientales más armónicas, basadas en modelos comunitarios de producción para el aporte nutricional adecuado de todos/as los/as habitantes. Las decisiones económicas de producción y distribución del agua y los alimentos, por lo tanto, no pueden pensarse separadas de las recomendaciones sanitarias.
A más de un mes del primer caso confirmado de COVID-19 en nuestro país, cada día se convierte en una lucha de resistencia defensiva, y el desafío que enfrentamos ahora es la ofensiva estratégica para la permanencia de esta lucha y su triunfo en el tiempo: ¿será el pueblo organizado quien finalmente decida sobre el modelo de salud que necesitamos? ¿Serán las brigadas de salud quienes lideren una nueva forma de organización de salud feminista y popular? ¿Serán los trabajadores de salud quienes expropien el sistema de salud al gobierno burgués en favor del pueblo? Si bien éstas son también respuestas políticas en debate, a ojos del gobierno todas constituyen peligros para el actual orden de clases, por lo que tarde o temprano continuarán siendo atacadas con sus fuerzas de orden. Por lo tanto, el diálogo de experiencias tácticas cobra especial relevancia en estos momentos, pero también la construcción estratégica conjunta de un nuevo sistema de salud para el Chile que despertó.
1 Comentario
Excelente artículo, si bien soy de Uruguay hay temas que se tratan en el artículo que bien pueden ser referidas a mi país. Gracias por el aporte al análisis de la situación que estamos viviendo, como por compartir.
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