Baltazar llegará

Baltazar llegará

Por Pablo Padilla Rubio, escritor.

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Tengo fe en la participación juvenil en el Plebiscito del 25 de octubre de 2020. Tengo fe porque tengo fe no más. No tengo encuestas que respalden mi esperanza. No he leído ni un paper que lo declare, un estudio que lo anticipe ni un informe de “inteligencia” que lo profetice. Tampoco lo digo desde la intuición, entendiendo que la intuición es apenas poco más que olfato.

Tengo una fe, ciertamente labrada poco a poco al conocer en parte algo de lo sucedido desde octubre de 2019. O antes incluso. Lo que uno podía ver era una hermosa juventud decidida a empujar cambios que, poco a poco, se terminaron de hacer evidentes para millones en todo el país. Tengo una fe que nace desde lo más elemental del llamado “despertar de Chile”: esto lo iniciaron los jóvenes, con riesgo de sus propias vidas, de su integridad, de su salud y su futuro. Desde esa fe, no dudo que quienes iniciaron este movimiento saltando torniquetes, sabrán cerrar esta parte del círculo acudiendo a votar. Como dice una consigna convertida en canción: “lo que empieza un estudiante, lo termina todo Chile”.

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Quiero poner en imagen algo de esta fe que me embarga hoy. Quiero que deje de ser fe y fundarla en algo concreto. Quiero que se vuelva certeza. Ya no sólo en una multitud que fuerza las puertas de la historia. Pienso en la figura de un solo joven; digamos que se llama Baltazar. No es su nombre, pero es mejor quedarse con el dato así. Es bombero en la Primera Línea, es decir, tiene el rol de apagar las bombas lacrimógenas. Lo conocí en noviembre de 2019. En ese tiempo, colaboré con la Cruz Roja Chilena, en la organización del Cabildo de la Plaza de la Dignidad, junto a Fundación Daya y un grupo diverso de voluntarios.

La idea era que la Primera Línea expresara en un diálogo democrático abierto y seguro sus inquietudes, esperanzas y sueños. Organizar el encuentro significó largas sesiones de conversación, entregándose mutuamente a la confianza, con el fin de que integrantes de la Primera Línea fueran parte del Cabildo. Este finalmente se realizó el 14 de diciembre de 2019, en las inmediaciones de la Plaza de la Dignidad.

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Baltazar, de 19 años, se había comprometido a participar en el Cabildo. Y no sólo era un compromiso con la organización del evento: era una obligación contraída consigo mismo. Más de una vez me lo dijo en las conversaciones de esos meses: si él estaba allí en la Primera Línea, era por buscar algo mejor para su vida y para su país. Baltazar, que vive en Renca, estudió Gastronomía Molecular, carrera que, además de una tremenda deuda, hasta ese momento no le había abierto ninguna oportunidad de trabajo. “Soy pacífico, pero creo que hay que luchar”, me decía. “Por eso no camoteo a los pacos, pero apago las lacrimógenas”. Él sentía que asistir al Cabildo de la Plaza de la Dignidad era parte de  su acción como agente de cambio.

La tarde anterior a la cita, Baltazar fue detenido por Carabineros en la llamada “Zona Cero”. Además de los  maltratos habituales, recibió un castigo especial : quienes lo detuvieron no eran de Santiago, sino que pertenecían a la Prefectura de Viña del Mar. Esa misma noche, cerca de las doce, al regresar a la Quinta Región, lo llevaron hasta la “Ciudad Jardín”. Lo soltaron en plena madrugada, en el sector Gómez Carreño.

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Pero el compromiso de Baltazar estaba vigente y latiendo en su pecho. Me lo dijo el mediodía de ese 14 de diciembre: “no sé cómo pude llegar para estar en el Cabildo, pero llegué”. Me miró con sus ojos pequeños y luminosos. Cansado, pero lleno de decisión. Lo había logrado. El secuestro y el maltrato policial, en una ciudad desconocida, en medio de un barrio que no era el suyo, a cientos de kilómetros, no le impidieron cumplir lo que ese día era su deber cívico. Con agotamiento, algo de angustia, pero con un irrefrenable orgullo, Baltazar fue parte de esa hermosa convocatoria. Junto a él, otros muchos sentían que ser parte de las movilizaciones callejeras, también les imponía ser parte de un Cabildo.

En ese encuentro él y los demás que estuvieron, transparentaron sus miedos, sus ilusiones, sus certezas y sus sospechas. Relataron lo que esperan, diagnosticando y proponiendo. Y, por supuesto, reclamando una vida mejor, decididos a ser protagonistas de ese cambio.

Recuerdo a Baltazar y pienso que, a días del Plebiscito, desde su rabia, desde sus dudas y desde su esperanza, él se las arreglará para llegar y dar su voto. No importa el lugar al cual lo hayan ido a tirar, no importan las circunstancias. Baltazar es parte de esa enorme juventud que ha sabido levantarse. Jóvenes como él transforman mi fe en certeza.

Baltazar llegará.

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